Al margen de cómo vaya configurándose el mundo del trabajo en los próximos años, es esencial que cada uno de nosotros diseñemos cómo nos gustaría ser de mayores. Es decir, qué rastro anhelamos difundir en nuestro entorno.
No somos sólo lo que somos en el momento presente. Somos fundamentalmente lo que anhelamos llegar a ser.
El joven vive formulando expectativas. El anciano contempla su pasado con regocijo y regusto o con desazón y pesadumbre, en función de cómo haya envejecido. Cada uno somos causa de nosotros mismos.
En el medioevo se resumía este concepto con un adagio que atesora sabiduría insondable: sic vita, mors ita. En traducción libre: se muere como se vive.
En reflexión ampliada:
Maduramos en función de nuestros deseos personales, con las limitaciones propias del deterioro de ese chasis que es el cuerpo.
En medio de una civilización de la urgencia, del resultado inmediato, del enriquecimiento raudo, es particularmente aconsejable reflexionar sobre el objetivo de nuestros afanes.
Las aptitudes (lo que podemos hacer) son parte de nuestro ser en el mundo, pero lo que realmente marca la diferencia son nuestras actitudes: lo que queremos hacer.
Con independencia de nuestra edad cronológica, o de nuestra trayectoria como profesionales, valemos lo que suman nuestras ilusiones. Muchas no las desarrollaremos completas, pero sí podemos sembrar las semillas para que florezcan primaveras de sanos proyectos que beneficien a otros cuando nosotros ya no estemos sobre el planeta.
Nuestro arrojo ha de aplicarse no sólo a generar productos o servicios, sino a nuestro modo de ser en el mundo. Personas hay que son surtidores de entusiasmo. Como en ocasiones se ha formulado: hay quienes ante cada problema proponen una solución, y quienes ante cada iniciativa erigen un obstáculo.
Sería bueno recordar, que de poco sirven actitudes vehementes o impacientes, porque dado que la persona no nace completa, sino que nos vamos completando, una parsimonia activa es fundamental para lograr metas. Recordaban por eso los sabios medievales que nemo repente fit summus, o sea
No nos hacemos buenos o malos de repente, sino que poco a poco vamos configurándonos.
Editado y Adaptado por el Staff de Cursos Online Latinoamérica
Javier Fernández Aguado (autor)