La pandemia somete las relaciones humanas a una prueba de stress que se debate entre el temor a los cuerpos y la solidaridad y el compromiso
La confianza también está en cuarentena: la que tenemos en las personas, en la sociedad, en la política, en los medios de comunicación, la ciencia, la tecnología…
Muchas relaciones de interdependencia quedarán alteradas para bien o para mal aunque es pronto saber en qué grado y con qué duración. Las relaciones de confianza son la base que estructura nuestras sociedades. Sin ellas no es posible convivir. Por eso sus afectaciones son tan importantes.
“La confianza es aceptar la vulnerabilidad al daño que otros nos podrían infringir, pero que creemos no ocasionarán” – Annete Baier–
Sin embargo, estos días advertimos que los otros sí pueden dañarnos como consecuencia involuntaria de su propia humanidad. La pandemia extiende el recelo hacia los otros y, a la inversa, el temor a ser nosotros, con nuestro aliento, quienes les dañemos. La máscara terapéutica se convierte en un icono del recelo.
El filósofo Carlos Pereda dice que la confianza es un dejarse ir, un abandonarse y, en cierta forma, delegar tu autonomía en el otro. En tiempos de pandemia nuestra autonomía se hace vulnerable. Debemos confinarnos, aceptar los consejos de la ciencia y de las instituciones, seguir sus reglas, limitar movimientos, cancelar deseos. Recelamos del individuo que viaja junto a nosotros en el metro o comparte espacio de trabajo, nos soliviantamos ante el carraspeo ajeno pero no nos queda más remedio que aparcar los temores para seguir trabajando, comprando, curándonos… viviendo. Aceptamos nuestra vulnerabilidad. Confiamos a pesar de la desconfianza, no nos queda otra.
Ahora, con la pandemia, los saludos se administran, los abrazos se restringen, los besos se evitan. La corporeidad se convierte en amenaza.
Pero contradictoriamente, en la crisis, lo humano también se fortalece.
A pesar de las máscaras y el recelo, la reacción a la pandemia proporciona una nueva oportunidad a lo humano. Se ponen de manifiesto la solidaridad, las redes ciudadanas, el compromiso de los profesionales de la salud, el voluntariado para cuidar niños que se han quedado sin colegio, la atención del vecindario a los más vulnerables, la generosidad cultural virtual para mantener el espíritu, la inventiva para soportar el confinamiento…
“La epidemia nos anima a pensar de modo solidario, a reflexionar sobre nuestros modelos económicos y nuestras expectativas en relación con el Estado, muy lejos de la lógica neoliberal, pero también de la irracionalidad. Combatirla no debe impedirnos preparar el futuro”- Michel Wieviorka, Sociólogo –
La crisis nos obliga a repensar nuestra relación no sólo con la tecnología, sino también con las ideologías de quienes dan primacía a los enfoques basados en tecnología. Tal vez nunca seremos “demasiado humanos” pero la reacción a la pandemia proporciona una nueva oportunidad. La cuestión es si sabremos aprovecharla y cómo.
A pesar de las máscaras y los recelos, la confianza en lo humano sobrevive. Está por ver con qué nota supera la prueba de stress de estos días…
Cuídense y mucha fuerza!
Hasta la próxima!